Humberto Boccioni.
La casa ante la calle
Un síntoma
anonadado por su propia presencia se hará palabra. Un resto animal en el
hombre, antes del psicoanálisis, inconmovible, podrá ahora, después del
nacimiento del psicoanálisis, acceder a humana presencia. Toda ciencia es
ciencia de una ideología. Toda palabra es muerte de una cosa. Todo saber
finalización de una ilusión.
Y es en el campo
de la ilusión donde la ideología asienta su trono, y es en el límite de la
certeza sensible hasta donde llega su poder. Y serán sus instrumentos,
entonces, todo lo que en el hombre pueda captar sensiblemente lo real, es
decir, todo lo que el hombre pueda registrar como real cuando mira, cuando
toca, cuando piensa en soledad. La ideología es el tiempo donde el hombre
reconoce y desconoce a la vez las determinaciones de lo que le toca padecer
como reconocimiento. Conocer parece ser otra cosa que sentir, parece ser otra
cosa que ver, parece ser otra cosa que reconocer.
Conocer será
interpretar lo reconocido, más que para alcanzar otro nivel de comprensión,
para transformar lo visto y tocado (lo reconocido) en otra cosa. Porque la
interpretación no está en los hechos, sino que los hechos sólo existen después
de ser interpretados.
Y sólo existen
para transformarse en otros hechos, ya que la cadena significante no dejará de fluir.
Porque si esto aconteciera, no habría de ser la interpretación una
interpretación psicoanalítica. Si esto ocurre, podemos decir finalmente que
alguien teme por las palabras que tendremos que llegar a pronunciar. Y que en
todos los casos serán palabras que tendrán que ver con nosotros, porque del
hombre sólo temo las palabras que de él me otorgan una medida de lo humano.
Y si ha quedado
claro lo que debería ser una interpretación, no ha quedado clara la posibilidad
de su fundamento o, para decirlo de otra manera, el fundamento de su verdad.
Y esto no es
otra cosa que lo que brinda el trabajo teórico, el descentramiento acerca de la
cuestión, para poder decir de ese vacío que reina en mí, cuando estoy unido a
la cosa por los lazos de la ideología, que no son otra cosa que los lazos con
los cuales, como científico, ato mi vida al mundo de los hombres. Pasaje
espectacular, que sólo podrá ser nombrado por fuera de la casa donde se produce
la ruptura. Es decir, si lo que se rompe, se rompe también en mí, no deberé
estar en la cosa para nombrarla. Parecería ser como si el hombre es en estos
últimos siglos tuviera que determinar un centro del sistema
que nunca es él.
Como si haberse podido descentrar para separarse de la cosa, para transformar
el ábaco en la ley de los números naturales lo llevaran en todos estos
descubrimientos a hablar de un sistema en el cual el hombre, por hombre, está
excéntrico de él.
No es él, el
hombre, el que determina las mallas de sus relaciones sociales, no es el hombre
el que elige los modos de vida dentro de su inscripción social, él es elegido
por el sistema social. No es el hombre, no soy yo e que decido las palabras que
he escrito, ni las palabras que pronuncio frente a ustedes, sino que es él, el
Otro, el que a mí me falta, el inconsciente, donde se generan estos
pensamientos.
Antes de 1900 el
pasado existía como determinante y lo que antes era un simple desplazamiento en
el cuerpo de la paciente que Freud describía fenomenológicamente con la palabra
desplazamiento, después de 1900 tiene detrás de sí el concepto de
transferencia, es decir, la movilización de una carga de una representación a
otra representación, por lo tanto un desplazamiento que veía, y hasta podía
tocar, desconocía cuáles eran sus fundamentos estructurales de producción.
Del Nº 4 de la Revista de Psicoanálisis,
Medicina y Psicología del Corredor del Henares: “SALUD ES POESÍA”
Os dejo el
enlace para acceder a la revista. Que disfrutéis de su lectura: