jueves, 28 de julio de 2011

RELACIONES DE PAREJA: DESEO Y AMOR


Cuadro: Sol ardiente de Junio. Frederic Leighton

La mujer ha sido socialmente objeto de intercambio (en determinado momento histórico era la norma que las familias de la nobleza “entregaran” a su hija en matrimonio sin consentimiento de la misma) a cambio de poder, prestigio o dinero. La mujer del amor cortés (una producción de los trovadores) era también una mujer objeto. Pero esto, que nos puede parecer algo del pasado, sigue ocurriendo actualmente, no sólo en la realidad material (en algunos países las niñas siguen siendo vendidas por su familia) sino también en la realidad psíquica, de tal manera que hay mujeres (o todas las mujeres en algún momento) que se posicionan en este lugar de objeto del deseo del hombre. En esta posición lo único que importa es el goce de él, el goce de ella queda supeditado al de él: si él goza, ella goza porque él goza. En esta posición de objeto, a ella lo único que le interesa es sentirse amada, no le interesan ni siquiera las características de ese amor, simplemente buscan que alguien les diga que las ama.
Con respecto al amor, hay dos tipos de elección de objeto amoroso. Una forma narcisista, en la que se elige según la propia imagen de uno, y otra forma de apoyo o anaclítica, en la que se elige según modelos parentales (un hombre o una mujer que le recuerda al sujeto a su madre o a su padre)
Volviendo a la posición de objeto que la mujer toma a veces en una relación, tenemos que tener en cuenta que eso es un reducto histórico, a ella le resulta más fácil mantener esa posición que adquirir una posición de sujeto, de amante en lugar de amada. Poder expresarse en su singularidad en lugar de en función de su pareja.
Con respecto al objeto erótico, en el acto de amar, el objeto debería ser contingente, es decir: cuando se ama lo importante es amar y no tanto a quien se ame, sin embargo, en este tipo de relaciones se observa que el objeto se concibe como necesario, es como si pensaran que ese es el hombre al que aman y no puede ser otro, hay una fijación del objeto.
Continuará…

martes, 26 de julio de 2011

TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO II: Los actos obsesivos


Cuadro: Mujer con jarro de leche. Johannes Vermeer

Los actos obsesivos, que el sujeto se ve impelido a realizar sirvieron originariamente de alivio o de procedimientos protectores frente a las ideas obsesivas.
Actos en dos tiempos, cuya primera parte es anulada por la segunda, son típicos de la neurosis obsesiva. Naturalmente, son mal interpretados por el pensamiento consciente que tiende a racionalizarlos. Pero su verdadero significado está en la representación del conflicto entre dos impulsos antitéticos de aproximadamente igual magnitud, el amor y el odio hacia la misma persona.
Sabemos que un principio de enamoramiento es percibido muchas veces como odio, y que el amor que encuentra negada la satisfacción se torna fácilmente en odio, y los poetas nos aseguran que en estadios tempestuosos del enamoramiento pueden subsistir yuxtapuestos, como en una competición, ambos sentimientos contradictorios. Pero nos asombra encontrar una yuxtaposición crónica de amor y odio, muy intensos ambos y orientados hacia la misma persona.
Habríamos esperado que el amor hubiera dominado al odio o hubiese sido devorado por él. Pero el amor no ha podido extinguir el odio, sino tan sólo rechazarlo a lo inconsciente, instancia psíquica en la cual se encuentra a salvo de la acción de la consciencia y puede subsistir sin mengua alguna e incluso crecer. En tales circunstancias, el amor consciente suele alcanzar, a su vez, por reacción, especial intensidad para poder llevar a cabo constantemente y sin descanso la tarea de mantener en la represión a su contrario.
Si contra un amor intenso se alza un odio casi tan intenso como él, la consecuencia inmediata tiene que ser una parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo móvil haya de ser el amor. Pero, además, tal indecisión no permanece limitada por mucho tiempo a un solo grupo de actos. La indecisión se extiende paulatinamente a toda la actividad del sujeto. Con ello queda instaurado el régimen de la obsesión y de la duda, tal y como se nos muestra en la vida anímica de los neuróticos obsesivos.
La duda corresponde a la percepción interna de la indecisión que se apodera del sujeto, a consecuencia de la inhibición del amor por el odio, en cuanto el mismo se propone realizar algún acto. Duda, en realidad, de su propio amor, que debía ser para él subjetivamente, lo más seguro, y esta duda se difunde sobre todo lo demás, desplazándose preferentemente sobre lo más nimio e indiferente. Aquel que duda de su amor tiene que dudar de todo lo demás, menos importante.
El psicoanálisis es de gran utilidad para estos pacientes.

Si usted presenta uno de estos síntomas, es el momento de consultar a un psicoanalista.



“Comienzo a psicoanalizarme, no para curar ninguna

herida pasada, sino para vivir mejor los años futuros.”

Miguel Oscar Menassa

Continuará...