Naranjas y Limones. Julio Romero de Torres
Alguien aquejado
de un dolor deja de interesarse por el mundo exterior, en cuanto no
tiene que ver con su dolencia,
incluso retira de sus objetos amorosos su interés libidinoso, cesando
así de amar mientras sufre.
La vulgaridad de
este hecho también tiene una explicación en términos de la
teoría de la libido. El enfermo retrotrae su libido al propio yo concentrándose en
la curación, "concentrándose está su alma - dice el poeta con dolor
de muelas- en el estrecho hoyo de su molar". La libido y el
interés del yo, no se diferencian. Esta desaparición de todo interés amoroso
ante el dolor físico no nos llama la atención porque es algo que
ocurre a cada uno, por eso también ha sido fuente de comicidad.
El dolor
interrumpe todos los ensueños idealistas y platonizantes, así como su
inspiración amorosa. Por ese dolor se olvidan las cotizaciones de la bolsa, los
impuestos, la tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales del ser
pierden súbitamente su atractivo, están anuladas. Y ahora, en el pequeño
agujero, la muela habita. El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y
de la tabla de multiplicar se halla enteramente cargado en el dolor.
La experiencia
de que un dolor borra a otro, quiero decir que no se sufre en el presente de
dos dolores a la vez: uno toma el primer plano, hace olvidar al otro como si el
investimento libidinal, incluso sobre el propio cuerpo, se mostrase sometido
allí a la misma ley que de parcialidad, que motiva la
relación al mundo de los objetos del deseo.
Así como los
dolores pueden ser exacerbados por dirigir la atención hacia ellos,
también desaparecen cuando se la quitamos, lo sabemos cuando queremos
calmar el dolor a un niño, lo vemos con las heridas de los guerreros en el
combate, del mártir en la exaltación de los sentimientos religiosos que en
espera de la recompensa celestial se torna insensible a los tormentos,
por eso que la voluntad de sanar o de morir puede que no carezcan
de importancia para el desenlace de algunas enfermedades, aun
las graves.
El dolor es una
señal de alarma, por ejemplo como señal del estado de una enfermedad. El dolor
es la señal prototípica de la representación de nuestro
cuerpo, a veces incluso como señal de que nuestro cuerpo está
vivo. Puede ser una forma de adquirir conocimiento acerca de nuestros órganos cuando padecemos
una dolorosa enfermedad, que
suele ser el prototipo de aquella en la que llegamos a la representación de nuestro propio cuerpo.
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