Cuando se cree que la ruptura de
una relación afectiva es inminente, a veces, vemos aparecer sentimientos
hostiles que hasta ese momento no se habían manifestado. Esto se debe a que
casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos
personas, dejan un depósito de sentimientos hostiles, que como en general no
toleramos tenerlos, los reprimimos. Hasta entonces tu relación era una relación amable, “amabas tiernamente”
pero hay que tener en cuenta que este exceso de “cariño” aparece siempre en
aquellos casos en los que junto al cariño predominante, existe una corriente
contraria, inconsciente, de hostilidad, o sea siempre que nos hallamos ante un
caso típico de ambivalencia afectiva. La hostilidad queda ahogada por un
desmesurado incremento del cariño, el cual se manifiesta en forma de una angustiosa
solicitud que puede hacerse obsesiva.
Pero no hay que huir ni arremeter. Lo
mejor es aceptar la realidad que se ha producido, sin negarla. Implicarse: no
echar la culpa al otro de lo que te ha sucedido, porque en cualquier relación
que mantienes, sea del tipo que sea, tú también estás implicado.
Pero tampoco hay
que arremeter contra uno mismo, no se trata de buscar culpables sino de darse
cuenta qué responsabilidad tienes en eso que te pasa.
Es importante aprender a
conversar, porque aunque creas que ya lo has hablado mil veces, en realidad no
has comenzado una verdadera conversación, donde escuchar y ser escuchado, algo que facilita la escucha de un profesional, un psicoanalista, posibilita que se produzca una modificación. No es necesario separarse para cambiar.
Por eso si te has preguntado por el futuro de tu relación de pareja es el momento de consultar
No hay comentarios:
Publicar un comentario