martes, 2 de diciembre de 2008

PSICOANÁLISIS Y MEDICINA 3

CAPÍTULO II DEL LIBRO PSICOANÁLISIS Y MEDICINA. Editorial Grupo Cero. 2001. Autoras: Dra. Pilar Rojas, Dra. Alejandra Menassa, Dra. Inés Barrio
GENERALIDADES SOBRE EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
El término inmunidad deriva de la palabra latina “inmunitas”, que se refiere a la exención de diferentes deberes cívicos y procesos legales que se ofrecía a los senadores romanos mientras permanecían en sus cargos.
Históricamente, inmunidad significa protección frente a la enfermedad, más específicamente frente a las enfermedades infecciosas.
El sistema inmune es un complejo sistema formado por diversas estructuras y células dispersas por todo el organismo.
Intervendría de muy diferentes maneras en la etiopatogenia de prácticamente cualquier enfermedad que imaginemos. Su función principal consiste en proteger al organismo de sustancias extrañas potencialmente dañinas.
Los sujetos sanos se protegen contra sustancias extrañas por medio de diversos mecanismos. Estos incluyen las barreras fisicas, las células fagocitarias y los eosinófilos de la sangre y los tejidos, un tipo de linfocitos llamados “células agresoras naturales” (NK, natural killer) y varias moléculas transportadoras en sangre. Son los componentes de la inmunidad natural, innata o nativa.
Otros mecanismos son inducidos o estimulados por la exposición a sustancias extrañas (antígeno), son exquisitamente específicos y aumentan en magnitud o capacidad defensiva con cada nueva exposición al antígeno en particular. Corresponde a la inmunidad adquirida o específica.
Cuando una sustancia extraña a nuestro organismo (antígeno) penetra en el mismo, el sistema inmune se encarga de detectarla y destruirla. Esta misión se lleva a cabo teniendo en cuenta que no se debe actuar contra aquello que le es propio a cada uno, fenómeno llamado de tolerancia. Un sistema inmune competente, por tanto, se caracteriza por su capacidad tanto para reconocer y destruir estructuras extrañas, potencialmente nocivas, como para identificar como propios aquellos tejidos y células que le pertenecen, es decir la capacidad de discriminar lo propio y lo no propio.
Esta capacidad de reconocimiento-discernimiento se genera durante su formación como sistema. Las células potencialmente reactivas frente a antígenos propios (linfocitos autorreactivos) son eliminadas y/o inactivadas durante fases tempranas del desarrollo.
No obstante en el adulto y en condiciones normales existen linfocitos autorreactivos en pequeñas cantidades. El sistema se encargaría de controlar y conseguir la falta de respuesta de estas células mediante mecanismos que mantienen la tolerancia y que consisten en la inactivación de la capacidad de responder (anergia) o la eliminación fisica de dichas células (selección clonal).
Alteraciones de este sistema de control dan lugar a patología autoinmune, no se reconoce lo propio como tal y se desencadenan una serie de reacciones que tienden a eliminar a ese antígeno como si fuera extraño o no propio. La consecuencia normal de una respuesta frente a un antígeno externo es la eliminación del antígeno invasor. Sin embargo, cuando se desarrolla una respuesta inmunitaria frente a un antígeno propio, resulta habitualmente imposible para los mecanismos inmunitarios eliminar por completo al antígeno, como consecuencia se producen lesiones inflamatorias crónicas en los tejidos, que incluso pueden llegar a ser mortales.
A principio del siglo XX, Paul Erlich acuñó la dramática expresión “horror autotoxicus” para designar la inmunidad contra lo propio. La autoinmunidad es una causa importante de enfermedad en los humanos, que afecta aproximadamente al 2% de la población estadounidense.
Las enfermedades autoinmunes constituyen uno de los mayores desafios a los que se enfrenta la Medicina hoy en día, cifrando sus expectativas en el avance del conocimiento sobre la autotolerancia y las técnicas para el análisis del receptor antigénico, así como de los genes del complejo HLA.
Aunque sabemos que se trata de enfermedades en las que se produce un fallo en el fenómeno de tolerancia inmunológica, no sabemos por qué ni en muchos casos cómo se produce la enfermedad. Se habla de predisposición genética y factores ambientales, es decir, multipledeterminación.
El enfermo autoinmune no discrimina, no tolera la diferencia entre propio-no propio, y la diferencia que no se tolera es la sexual, haber nacido de hombre y mujer, ser mortal. Se cree inmortal y ese creerse inmortal es lo que le puede llevar a la muerte. No acepta la ley de castración.
El espectro de enfermedades autoinmunes es muy amplio y las manifestaciones clínicas muy variadas según el tipo de enfermedad de que se trate. Pero aun tratándose de la misma enfermedad, en algunas de ellas, la clínica puede variar de un enfermo a otro hasta el punto de no coincidir en ninguna manifestación. No conocemos por qué se produce este hecho, pero desde el psicoanálisis podemos decir que no hay dos pacientes iguales porque no hay dos imaginarios iguales, como tampoco uno es igual a sí mismo.
Desde la no aceptación de la ley podemos pensar el mecanismo de la enfermedad de varias formas:
1. -Sabe que la ley existe pero reniega de ella (perversión). La ley no está hecha para él, y como no le afecta es capaz de luchar contra sí mismo.
2. -También puede ser que desconozca la ley (psicótico), por tanto, no existen los límites.
3. -O bien que se comporte como un melancólico. El melancólico, para no perder al objeto amado, por un proceso de identificación narcisística, lo incorpora a su Yo, que se modifica. Esto nos explicaría los reproches que el melancólico se dirige. Lo que se reprocha el melancólico es lo que reprocha al objeto amado, a la madre fálica.
Como hemos dicho, la función principal del sistema inmune era la de reconocer y destruir la sustancia extraña potencialmente dañina. Partiendo de este hecho, un posible mecanismo de producción de enfermedad sería la aparición de una respuesta inmune ante sustancias inocuas, lo que nos llevaría a hablar de enfermedades alérgicas.
Una predisposición genética llevaría a determinadas personas a producir una respuesta frente a moléculas tales como el polen, los ácaros o los fármacos, contra los que la mayoría de la población no presenta tales respuestas. Vemos, por tanto, que el desarrollo de estas enfermedades no depende de las características del agente externo sino de la reacción indebida del sujeto. El sistema inmune hace algo indebido que produce una enfermedad. De nuevo aquí desconocemos por qué reacciona de este modo.
En psicoanálisis sabemos de la existencia de delincuentes por sentimiento de culpabilidad, sujetos que cometen un delito en busca de un castigo. El sentimiento de culpabilidad, inconsciente, relacionado con los sentimientos incestuosos del Complejo de Edipo, matar al padre y gozar de la madre, les lleva a cometer una falta, quedando así este sentimiento adherido a algo externo. Algo tangible pero prohibido, algo que no se debe hacer.
En la reacción alérgica se produce una respuesta inmunitaria ante un antígeno inocuo, al que no se debe responder, esa respuesta es la que origina la enfermedad. Podríamos pensar, por tanto, la enfermedad como consecuencia del sentimiento inconsciente de culpa. Un delito: la reacción, en busca de un castigo: la enfermedad.
Continuando con los mecanismos de producción de enfermedad llegamos a un tercero posible en el que la respuesta al antígeno fuera insuficiente o inexistente, lo que nos sitúa ante las llamadas inmunodeficiencias. Se clasifican en primarias, que son en su mayor parte hereditarias, y adquiridas, entre las cuales la más importante es el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Los organismos pluricelulares, son un modelo de cooperación celular, algunas células mueren para conservar al resto del organismo con vida. En el material gen ético celular, en el ADN, se producen continuas mutaciones, que pueden hacer que una célula normal, se independice del resto, e inicie su proliferación desenfrenada, para evitar esto, el sistema inmune se encarga del reconocimiento y posterior destrucción de estas células malignas, células que podríamos considerar extrañas al organismo, es lo que se conoce con el nombre de inmunovigilancia. Un fallo de la inmunovigilancia propiciaría el desarrollo de neoplasias.
Además de implicarlo en las enfermedades autoinmunes, tanto sistémicas (lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, esclerodermia) como órgano-específicas (tiroiditis autoinmune, hepatitis auto inmune y otras), en las inmunodeficiencias congénitas y adquiridas (SIDA), en las reacciones alérgicas y en el cáncer, se está investigando el papel del sistema inmune en enfermedades que afectan a un número importante de la población, como el infarto de miocardio, donde se han aislado linfocitos activados y macrófagos en las placas inestables, que son las responsables del infarto o de la angina de pecho. Así podríamos seguir agregando una larga lista de enfermedades, como la diabetes tipo I, entre otras.
Habíamos postulado que una característica de las enfermedades psicosomáticas es que, a diferencia de la histeria, se expresan por el sistema nervioso autónomo, un sistema que tiene en común con el sistema inmunitario su universalidad, es decir, su representación en todo el organismo, y su independencia del control de la conciencia, a diferencia del sistema nervioso somático.
Se padecen los efectos de la gripe, pero el paciente desconoce la lucha titánica que se está dando en él, entre el virus de la gripe y su sistema inmune. Esto nos lleva a pensar si el sistema inmune no será la vía final común de la expresión de ciertos fenómenos psíquicos, de ciertos desarreglos que buscan, mediante este sistema de distribución universal en el organismo, su expresión somática.
En la década de 1980, aparece en el horizonte médico la nueva rama de la Inmunología llamada Psiconeuroinmunología, como campo multidisciplinario, donde se hace un lugar a la influencia de lo psíquico sobre la inmunidad.
El psicoanálisis viene a decirnos que nada pasa en el ser humano sin la participación de su psiquismo, es decir, que en todas las enfermedades que la medicina considera orgánicas, con una causa orgánica determinada, aislable, medible, hubo participación del sujeto en su producción, en su permanencia y en su curación.
La base de la proliferación de alergias de todo tipo, la aparición de las enfermedades como el SIDA, el descenso en la edad de aparición y el aumento en la incidencia de casi todos los cánceres, puede tener que ver con lo que le pasa al sujeto actualmente: que no tolera a sus semejantes. Al encontrarnos con otros seres humanos, no podemos otra cosa que desarrollar reacciones antígeno-anticuerpo, de la misma manera como reacciona nuestro sistema inmune ante un cuerpo extraño.
Hay un escollo que salvar antes de intentar una aproximación psicoanalítica a la patología del sistema inmune. Si bien la medicina ha aceptado, no sin ciertas reticencias, lo psíquico como etiología, como causa, de lo somático, pero apartándolo y relegándolo a una serie de enfermedades bajo el rótulo o cerco de lo “psicosomático”, la cosa no acaba ahí. No se trata de lo psíquico como causa de lo orgánico, sino de que el cuerpo es un cuerpo de palabras, de que la separación entre psíquico y somático es un puro afán académico, así como no habría una psicología individual y una psicología social, separación también arbitraria. Somos sujetos divididos, consciente e inconsciente, y desde el principio está el otro semejante y el Otro del lenguaje. La tendencia a dotar a la multitud de los atributos del sujeto, nos recuerda la observación de Trotter que ve en la tendencia a la formación de masas, una expresión biológica de la estructura policelular de los seres vivos. Por tanto la pregunta sobre si podemos extrapolar lo descubierto sobre el funcionamiento del psiquismo al devenir celular, es contestada por nosotros afirmativamente, con la salvedad de que no se trata de una extrapolación, sino de que estamos llegando al mismo fenómeno desde dos lugares, dos miradas diferentes.
Podríamos dividir, en orden de la exposición teórica, las patologías del sistema inmune en: 1) aquellas en las que predomina una depresión de la función del mismo: serían principalmente el cáncer, donde fracasa la inmunovigilancia, y el SIDA, que se caracteriza precisamente por una inmunodepresión, así como otras inmunodeficiencias congénitas o adquiridas, 2) aquellas en las que predomina una actividad exagerada y desorganizada del sistema inmune, como sucede con todas las enfermedades autoinmunes, en las enfermedades inflamatorias crónicas, como el Crohn o la colitis ulcerosa, en las alergias, en el infarto de miocardio, etc. Podríamos postular, como hipótesis de trabajo, que las primeras tendrían quizá más que ver con la melancolía, y las segundas con las psicosis.
Se ha visto que en enfermedades que cursan en brotes, en exabruptos, como por ejemplo la esclerosis múltiple, algunos pacientes pueden, cuando están fuera de actividad en cuanto a su enfermedad neurológica, cuando están libres de síntomas somáticos, hacer un brote psicótico como equivalente del brote neurológico, bien estructuralmente (es decir, la estructura que subyace después de someter al paciente al análisis es una estructura psicótica), o bien instrumentalmente (se presenta como si fuera una psicosis enmascarando otra estructura). En todos los casos se puede llegar a reconstruir en análisis, los cuestionamientos psíquicos que llevaron al paciente a su resolución por medio de la psicosis, y como manifestación de la misma, a la enfermedad neurológica.
(Cuadro: Garganta de plata de Miguel Oscar Menassa www.momgallery.com)

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