Renuncia. Miguel Oscar Menassa
En el hombre, por el hecho de
hablar, hay un trastrocamiento de todo
lo biológico, hay una desviación. Freud llamó al
niño, a la sexualidad del niño, “perversa” dijo, es un perverso con muchísimas
formas de perversión, porque no podía entender todavía que por el hecho de
hablar, está todo desviado en el ser humano. Todo aquello que en el animal es
normal, en el ser humano está trastrocado por la palabra.
El trastrocamiento se debe a que
el deseo no piensa, no juzga, no calcula, sólo le interesa expresarse, sólo le
interesa transformarse, por lo tanto,
cuando decimos que el deseo inconsciente
no tiene objeto, lo que queremos decir
es que puede ser cualquier objeto. El deseo
inconsciente puede desear cualquier objeto,
porque no le interesa los objetos, le interesa expresarse.
El deseo inconsciente se expresa
más allá, por eso hay que saber
arreglárselas con la angustia, porque la angustia se siente precisamente por
eso que tememos, por ejemplo, una cantante que tiene miedo de que le salga mal el canto, un alumno que tiene miedo
después de haber estudiado salir mal en el examen, una pareja de novios que a
pesar de que se aman y se desean tienen
miedo de fracasar en sus primeros
intentos…
Todo esto es porque cada uno de
nosotros percibe que hay algo en
nosotros que no manejamos para nada, que puede acontecer en cualquier momento, que en cualquier momento me puedo olvidar de la
letra del tango, que en cualquier
momento puedo equivocar el sexo de mi mujer, en cualquier momento puede haber
un acto fallido. Sin querer estoy diferenciando, demanda de deseo.
Para amar, la demanda amorosa, yo
necesito una persona. Porque lo único
que le pido a la persona que amo es que me ame. Y eso únicamente lo puede otra
persona, a pesar de que a veces amamos animales, árboles, plantas… pero para
amar necesito de una persona. En cambio para desear no necesito de ninguna
persona. Porque al objeto del deseo no
le pido nada, en cambio al objeto del amor sí le pido. Le pido que me ame. Eso es
una diferencia fundamental entre deseo y demanda amorosa.
Después, la otra diferencia que
tenemos que hacer es con la necesidad. El psicoanálisis llama necesidad a una
tendencia que se calma con el objeto que requiere. La necesidad es una
tendencia que se calma con el objeto que requiere, para no especular mucho,
tengo sed, bebo agua, y dejo de tener sed. Cuando un niño va por el quinto vaso
de agua la madre se tiene que dar cuanta que eso no es necesidad, que es una
demanda amorosa. Cuando pidió el quinto caramelo, la madre tiene que darse
cuenta que ya no es necesario que tome azúcar para sus necesidades
fisiológicas, sino que está pidiendo amor, que ya ha transformado la necesidad
en demanda.
Cuando en las parejas aparece la
frase, te amo, te amo, pero no me alcanza, es que se trata del deseo. Han
presenciado múltiples divorcios de personas que decían “nos amamos locamente,
pero nos tenemos que separar”. Lo que no podían encuadrar dentro de esa
relación amorosa era el deseo. Es decir que el amor no alcanza. La necesidad
como muestran los niños, no alcanza. Una vez cubierta la necesidad, demandamos
amor, y una vez que hemos conseguido ser amados tenemos que desear.
Es decir, el más alto grado de
humanidad es el deseo. En el sentido de que no puedo desear si no estoy en el
mundo. En cambio, puedo necesitar, estando en los brazos de mi
madre, los brazos de mi madre
pueden durar hasta los cincuenta años, y puedo demandar amorosamente, y no
estoy haciendo otra cosa que demandar amorosamente a mi madre. Es decir, que
sólo el deseo asegura que estoy en el mundo.
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