miércoles, 22 de febrero de 2012

MAQUINA HOMINIZANTE


Humberto Boccioni. La casa ante la calle


Un síntoma anonadado por su propia presencia se hará palabra. Un resto animal en el hombre, antes del psicoanálisis, inconmovible, podrá ahora, después del nacimiento del psicoanálisis, acceder a humana presencia. Toda ciencia es ciencia de una ideología. Toda palabra es muerte de una cosa. Todo saber finalización de una ilusión.
Y es en el campo de la ilusión donde la ideología asienta su trono, y es en el límite de la certeza sensible hasta donde llega su poder. Y serán sus instrumentos, entonces, todo lo que en el hombre pueda captar sensiblemente lo real, es decir, todo lo que el hombre pueda registrar como real cuando mira, cuando toca, cuando piensa en soledad. La ideología es el tiempo donde el hombre reconoce y desconoce a la vez las determinaciones de lo que le toca padecer como reconocimiento. Conocer parece ser otra cosa que sentir, parece ser otra cosa que ver, parece ser otra cosa que reconocer.
Conocer será interpretar lo reconocido, más que para alcanzar otro nivel de comprensión, para transformar lo visto y tocado (lo reconocido) en otra cosa. Porque la interpretación no está en los hechos, sino que los hechos sólo existen después de ser interpretados.
Y sólo existen para transformarse en otros hechos, ya que la cadena significante no dejará de fluir. Porque si esto aconteciera, no habría de ser la interpretación una interpretación psicoanalítica. Si esto ocurre, podemos decir finalmente que alguien teme por las palabras que tendremos que llegar a pronunciar. Y que en todos los casos serán palabras que tendrán que ver con nosotros, porque del hombre sólo temo las palabras que de él me otorgan una medida de lo humano.
Y si ha quedado claro lo que debería ser una interpretación, no ha quedado clara la posibilidad de su fundamento o, para decirlo de otra manera, el fundamento de su verdad.
Y esto no es otra cosa que lo que brinda el trabajo teórico, el descentramiento acerca de la cuestión, para poder decir de ese vacío que reina en mí, cuando estoy unido a la cosa por los lazos de la ideología, que no son otra cosa que los lazos con los cuales, como científico, ato mi vida al mundo de los hombres. Pasaje espectacular, que sólo podrá ser nombrado por fuera de la casa donde se produce la ruptura. Es decir, si lo que se rompe, se rompe también en mí, no deberé estar en la cosa para nombrarla. Parecería ser como si el hombre es en estos últimos siglos tuviera que determinar un centro del sistema
que nunca es él. Como si haberse podido descentrar para separarse de la cosa, para transformar el ábaco en la ley de los números naturales lo llevaran en todos estos descubrimientos a hablar de un sistema en el cual el hombre, por hombre, está excéntrico de él.
No es él, el hombre, el que determina las mallas de sus relaciones sociales, no es el hombre el que elige los modos de vida dentro de su inscripción social, él es elegido por el sistema social. No es el hombre, no soy yo e que decido las palabras que he escrito, ni las palabras que pronuncio frente a ustedes, sino que es él, el Otro, el que a mí me falta, el inconsciente, donde se generan estos pensamientos.
Antes de 1900 el pasado existía como determinante y lo que antes era un simple desplazamiento en el cuerpo de la paciente que Freud describía fenomenológicamente con la palabra desplazamiento, después de 1900 tiene detrás de sí el concepto de transferencia, es decir, la movilización de una carga de una representación a otra representación, por lo tanto un desplazamiento que veía, y hasta podía tocar, desconocía cuáles eran sus fundamentos estructurales de producción.

Del Nº 4 de la Revista de Psicoanálisis, Medicina y Psicología del Corredor del Henares: “SALUD ES POESÍA” 
Os dejo el enlace para acceder a la revista. Que disfrutéis de su lectura:

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